10/11/10

La república, los monopolios, la prensa, y el “relato”

(Clickear sobre la imagen para verla más grande)


Si los hombres fuesen ángeles, el gobierno no sería necesario. Si los ángeles gobernaran a los hombres, sobrarían tanto los controles internos como externos sobre el gobierno.

James Madison, en El Federalista.

Los diarios contienen solo dos cosas que son verdad: el precio y la fecha.

Obdulio Varela, capitán de la selección uruguaya campeona del mundo en 1950.


Al imponerse la tradición republicana (que empieza con Aristóteles y en la que se destacan Maquiavelo, Spinoza, Montesquieu o el amigo Madison) se derribó un mito central de la Edad Media: "el mito del Rey bueno", mito que tenía su correlato religioso en la "Infalibilidad Papal". Pero que ya no haya mito no significa que éste no intente ser creado una y otra vez, sin cesar. Y qué mejor oportunidad que una muerte para ello. Como tituló la última Barcelona: “Néstor not dead”. Y es bien cierto: es curioso cómo siguen siendo dos, aún luego de la muerte del ex presidente. Ella gobierna; él, ya convertido en mito, sigue y seguirá hablando, celestial.

Y en la batalla por el mito y el "relato" están hoy los militantes K, los propios funcionarios, y la prensa oficialista. Uno de los ríos de ese relato "esclarecido" es, entonces, la reintroducción del "mito del Rey bueno". Más -intocable- aún tras el “aura sacramental” que le brinda la muerte. Ergo: al Rey no se lo cuestiona, se lo apoya. Se lo venera.

Pero, ¿qué tiene que ver el republicanismo en un artículo sobre el ejercicio del periodismo? Mucho, si hablamos de controlar al poder. Por ello creo que, más allá de la batalla del kirchnerismo con el Grupo Clarín, debemos contabilizar como una ganancia que el multimedios haya pasado de ser el legitimador del poder de turno -haciendo fulbito para la gilada con los "ahora dicen", por caso- a hacer algo parecido al periodismo como contrapoder. Lo que los K llaman ser "opositor". ¡Que sea opositor! Eso se acerca más al periodismo que lo que “el monopolio” hacía hasta 2008, cuando "Mag-netto" cenaba con "Néstor" y Alberto Fernández, entonces jefe de Gabinete, le proveía a Eduardo van der Kooy la materia primerísima de sus artículos dominicales.

El "'control de la palabra’ lo tiene Clarín", dice el Gobierno desde que comenzó la disputa por la ley de medios, el año pasado. Y tiene razón. Ahora, lo que nadie dice es que lo tiene por "mérito" propio, si se me permite decirlo así (suena feo). Lo tiene más allá de que sea un oligopolio (que lo es) que hay que desarticular. Lo tiene porque, mal que nos pese, es un producto periodístico exitoso (de bajo periodismo, de periodismo de mera "declaracionitis"), pero exitoso e influyente al fin. Como lo era ya en la década del 80, antes de ser el pulpo mediático que es hoy. Esto es lo que hay que decir y nadie se atreve a decir.
"Si lográs hacerlo y que no salga en la tapa de Clarín, hacélo", dijo alguna vez Néstor Kirchner. Es el tema de los famosos "formadores de opinión" -como lo puede ser el New York Times en EE.UU,. que no es un "monopolio"-. Los dos diarios más importantes en Argentina en el nivel nacional son La Nación y Clarín. Desde hace décadas. Y van a seguir formando opinión aún en el muy hipotético caso de que el Gobierno logre desmembrarlos.

En ese sentido, la lucha verdadera, de fondo, societal, es cultural: es destinellizar la realidad / desclarinizar la política. Pues los problemas graves y de fondo, estructurales, no salen casi nunca ni en Clarín ni en Nación. Y más aún: cuando salen, aparecen por alguna arista pintoresca que desvía el ojo de lo importante. Lo importante (la pobreza, la miseria) casi nunca es noticia, para los mass-media. Una sociedad, como bien me acota un amigo, en la que por algo son exitosos Tinelli y Clarín. También hay que decirlo. No vas a terminar con el cáncer de piel por tapar el sol con las manos, como pretende desde el “relato” el actual Gobierno.

En el momento en que semiólogos, sociólogos y los académicos en general sostienen que la "prensa generalista" (diarios dedicados a temas varios y no específicos, de interés general, como Clarín y La Nación) está decayendo, como tendencia, aquí creamos a Clarín como "enemigo". Ahora, saliendo de lo estríctamente periodístico, también es cierto que Clarín es uno de los grupos de poder de este país; "factores de poder", se les decía en otra época. Del mismo modo, claro está, en que lo es, por caso, el moyanismo para los K. La lucha, entonces, no es periodística. Ni es contra toda forma de monopolio. No es por hacer crecer la libertad de expresión, para que haya "más voces, más pluralidad", como se pretende. Una vez más: es por plata, es por poder.

Y en ese merengue, lo único que se "vigila" en este país, hoy, aquí y ahora, es el "monopolio de la información". Nada se dice de todos los otros monopolios. Nada se dice del monopolio de las telefónicas; nada, hasta la muerte de Mariano Ferreyra, del monopolio de la representación sindical (y eso que hay ya un fallo de la Corte sobre libertad y democracia sindical que hay que cumplir y no se cumple); nada, del monopolio del monocultivo; nada, del monopolio de la extracción minera con regalías irrisorias; nada, del monopolio de la representación política que genera la última reforma electoral (a la que los partidos chicos no acceden); nada, del monopolio de poder que ejercen hace décadas los "barones del conurbano"; nada, del monopolio informativo que hay en Santa Cruz; nada, del monopolio petrolero; nada, del monopolio del juego; por hacer una lista rápida y poco exhaustiva.

Obviamente, lo de "monopolio de" es para hacer juego con las palabras. La palabra técnica correcta, casi en todos los casos -incluso en el de Clarín- es "oligopolios". Hay, sí, un claro y legítimo monopolio: el de la creación de las estadísticas públicas. Si queremos que en eso se convierta la desarticulación del "monopolio Clarín"... vamos de Guatemala a GuatePeor. Por eso es curioso escuchar a los filo K hablar de reediciones de la "teoría de los dos demonios". El Estado tiene mucha más responsabilidad, y es mucho más peligroso cuando desvía su misión de representar el interés general. No lo dice un neoliberal: lo dice alguien -una vez más y van…- que cree que, como en los 80, como en los 90, tenemos un Estado bobo, de vista gorda, un estado raquítico, clientelar y prebendario que hay que depurar, primero, y capacitar, mejorar, y agrandar, luego. Ojo.
Alguna vez hay que poner en práctica la Ley de Defensa de la Competencia, la 25.156. Alguna vez dejaremos de ser, como decía Carlos Nino, "un país al margen de la ley". Hoy, sólo nos perseguimos unos a otros con la ley, cuando nos toca estar en el poder.

En ese merengue, también, es donde tipos como Eduardo Aliverti dice: "En el baile, bailemos".

Bailemos, pero sabiendo que ni somos el cantante de la banda, ni el que se levantó a la mejor mina. Sólo estamos de relleno en el salón. La metáfora tiene un nefasto mensaje apolítico, cierto. Pero es el que se corresponde con esta sociedad tinellizada y clarinizada, salvajemente individualista -menemista-, que seguimos siendo.

Para abonar lo que digo sobre la influencia de los grandes medios, sólo dos ejemplos. Clarín llegó al caso Skanska en 2007; y a las coimas venezolanas, a fines de 2009. El periódico Perfil los publicó en 2005. Sin embargo, no estallaron hasta que los publicó "el gran diario argentino".

Por eso pregunto: si no existiera el inaudito conflicto Clarín-Gobierno, ¿publicaría Clarín, como hizo en setiembre, los antecedentes pro procesistas, por ejemplo, del titular de la CAME Osvaldo Cornide? La nota no figura, sin embargo, en el archivo digital del diario.

Mi viejo usa una linda metáfora para definir todo lo que está pasando: la del "puchero". Se podría decir que es una metáfora con aires trosco-marxistas. Pero habría que aclarar que mi viejo no sabe quién es (o fue) Trostky y sólo habrá escuchado hablar de Marx en la época en que los enfermos del "Proceso" lo nombraban tanto o de algún emblema actual de la clase media al estilo Fernando Bravo.
Resulta que en el campo, el puchero es una comida muy común. Allá le dicen "el mugriento". Porque lo hace la gente mientras labura (incluso en el medio del campo). Y, como no tienen tiempo para pelar papas, hortalizas y demás elementos con que, como todos sabemos, se hace un puchero, un "mugriento", van tirando todo en la olla que hierve, y toda la "mugre" va saliendo para arriba. Y todo eso se va limpiando con una espumadera.
Esa figura me viene a la mente por estos tiempos de “exceso de archivo”, cuando leo todas las cosas que se están publicando por estos días a raíz del conflicto de Papel Prensa o, más genéricamente, del Gobierno de turno con el principal conglomerado de medios del país. Me pregunto: si no existiera tal conflicto, ¿publicaría Clarín los antecedentes pro procesistas de un tipo como Cornide? Y de tantos otros.
Este "mugriento" se está cocinando para la posteridad: Los diarios argentinos aparecieron en Internet allá por el 96-97: los diarios de los 70 no están digitalizados: no tenemos archivos virtuales sino desde 1996, entonces. Sin embargo, este raro momento que estamos viviendo nos está "digitalizando" de prepo la década de los 70, con toda la "mugre" de aquella época. Todas las posturas. Todos los chanchullos, de un lado y de otro. Se publican tapas de diarios, fotos, artículos, firmas, periodistas que estaban de un lado y hoy, de otro; actores políticos; lenguaje de época (y lenguaje periodístico de época: formas de escribir, de titular, de epigrafear).
Ésa, creo, es también una ganancia.

Falta que mucha "mugre", todavía, salga a la superficie. No dejemos de observar ni de ejercer la duda sobre lo que dicen de un lado y del otro, desde el poder político y desde el mediático. A ver si todavía es cierto que "los diarios contienen solo dos cosas que son verdad: el precio y la fecha", como sentenció el pensador Obdulio Varela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario